domingo, 27 de septiembre de 2009

Platos voladores

Al costado del río hacían cinco grados bajo cero, pero esperamos hasta pasada la medianoche. Más temprano es realmente difícil divisar las naves espaciales.

Acompañé a los observadores de ovnis y humanoides para fotografiarlos mientras hacían su trabajo. Ellos tomaron muchas más fotos que yo. Hacían sus imágenes con una concentración extrema, pero apenas miraban los visores de sus cámaras.

Algunos siguen un protocolo con base científica. Hay quienes obedecen voces interiores o se dejan llevar por intuiciones repentinas. Pero todos fotografían sin interrupción y luego analizan las imágenes hasta la obsesión, en la búsqueda de círculos en el aire, formas imposibles, destellos que puedan desmentir, o cuestionar, la primera capa de una realidad que a tantos deja insatisfechos.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Parada para cargar gas

en las afueras de La Plata, lejos del radar de los jefes.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Policiales




Los chicos del rifle estaban en un descampado al costado del barrio Pepsi, rodeados por el ruido de miles de bolsas de polietileno. Casi muero de miedo al cruzármelos pero ellos mataban perdices. Me llevaron a la tosquera de Varela, donde el fin de semana pasado, durante la ola de calor, se ahogaron dos chicos y también dos personas que quisieron rescatarlos.

Bárbara tenía ocho años y sonreía con los labios pintados de rojo casi naranja en la foto que tuve que fotografiar ayer. En policiales es importante tener antes que nadie las fotos de los muertos. El sábado a la noche Bárbara escuchó voces y se acercó a la puerta cuando dispararon sobre su casa en una venganza de narcos contra su padre. Alrededor de diez disparos en el entretiempo de Argentina-Brasil, según los vecinos.

El chico que abraza a su mamá no habla; espero que viva todavía en el hotel Gardelito, del Abasto. O que haya encontrado una casa. Al Gardelito van a parar personas que la policía desaloja. La mayoría de los huéspedes del Gardelito son chicos. La terraza está llena de ropa diminuta, colorida y desteñida, secándose al sol.