miércoles, 18 de enero de 2023

Muy simple

Era un día de un frío inusual para octubre. Hacíamos equilibrio sobre un cuadrado de mampostería agrietado, sin baranda, y al asomarte, justo debajo tuyo, veías un colchón de lana destrozado sumergido bajo el agua de un color ámbar que parecía formol. Nahuel Pérez Biscayart , que ya era un gran actor y estaba por convertirse en el bañista de la foto, me preguntó si tenía algo para leer. Por suerte yo tenía un libro en mi bolso de fotos, no recuerdo cuál sería. Entonces Nahuel me dijo ya está, andá a preparar tus cosas mientras me amigo con el lugar. Después todo fue simple, muy simple.
Rescate documental de la producción de la foto El Bañista (2005)
Fotos: Fernando Carrera. Asistencia y compañía: Ceferino Carrera.  Locación: Club Peretz, de Villa Lynch, que conocí gracias a Nerina Visacovsky.


 

miércoles, 5 de octubre de 2022

Todavía


El perro es el Abejorro, un perro sin dueño. Le pusimos Abejorro por denso, por revolotear siempre alrededor de uno. Dos por tres lo atropellaban los autos a los que perseguía furioso entre nubes de polvo. Me lo crucé la última vez que fui a Punta Indio después de mucho tiempo. No estoy seguro de que me haya reconocido. Está muy viejito. Tiene los ojos nublados. En las noches heladas el Abejorro dormía a mis pies y el fuego ardía durante horas que nadie contaba.
El hombre que pesca es César. Que pesca es una forma de decir: casi sin excepciones los peces ignoraban sus carnadas y anzuelos. César nunca será viejo. Después de tres años, su ausencia no deja de sorprenderme. Su risa todavía me hace reír.

viernes, 28 de enero de 2022

Sobre la fotografía

 


Sorprende que pase lo que tiene que pasar: el gajo permanece imperturbable unos días en agua y de pronto echa raíces, hojas nuevas y, cuando menos lo espero, flores. Es un geranio de flores rojas. Le consigo una maceta (ya le buscaré una más grande) y tierra negra y lo retrato con una vieja Hasselblad, que queda con el rollo puesto sobre la mesita del malvón, bañados, cámara y planta, por la misma luz del ventanal que mira al norte, que asoma a los techos bajos de San Telmo, al otoño amarillo y al cielo de postal por el que, de un día para otro, ya no pasan los aviones. Los balcones y las azoteas se llenan entonces de personitas que dejan correr las horas de unos días de cuarentena que parecen siempre el mismo. Un día cualquiera de esos recibo un diagnóstico preocupante, aunque “para ocuparse, no para desesperarse”, así que paso el invierno lejos de mi casa, pongamos que ocupándome, y otro día, entrada la primavera, vuelvo por fin al barrio, donde hay cartas polvorientas y cortinas bajas en algunos negocios que eran parte del paisaje y en las calles, alrededor del mercado, han pintado círculos donde la gente ríe y vacía jarras doradas de cerveza. Mi casa está igual y a la vez distinta: tiene algo nuevo, una capa invisible, un aire de escenografía que se disipa mientras reviso los libros de la mesa de luz y encuentro mi ropa y la cámara junto al geranio que se estira, lleno de flores, hacia la ventana.  Al día siguiente llevo el rollo al laboratorio de la calle Piedras. Cuando me lo devuelven revelado, descubro que el tiempo y la luz, cada día, durante meses, se han estado posando sobre la foto de la planta. La imagen velada primero me decepciona, pero casi al mismo tiempo me hace feliz. Creo que me halaga la idea de que las fotos, como las flores, no me pertenecen.

domingo, 10 de mayo de 2020

Cuarentena

Afuera hay sol. El sol de estos días: suave, como desentendido. Adentro comienza un episodio (después de otro). Estoy vestido como para salir a la calle, pero sin zapatos. Asisto a las complicaciones de una historia de humanos que se tocan y amontonan en espacios poco ventilados. Porque las series de pronto están llenas de situaciones artificiales. De bocas desnudas. Basta. Detengo la idea casi al mismo tiempo que la detecto. La aíslo. La aparto con guantes de látex. Me abrazo al guion y escapo sin mirar atrás; hay que huir, sin pensar, por curvas cerradas y rectas frenéticas. Sálvese quien pueda.
Al que se distrae lo atrapa un espejismo de horas inmóviles.
Conozco el final, que es el principio: el amarillo vibrante del otoño, las noticias, los reportes, el trasiego de la muerte y la salud y el poco dinero; los fantasmas de otro mundo que nos visitan en sueños de los que querríamos no despertar jamás; los ladridos en las redes, las dentelladas rabiosas de perros encadenados que damos al aire desesperados por no poder mordernos o simplemente olernos o acaso correr como locos por las praderas verdes con las que sueñan los perros, acaso las mismas con las que ahora, cada noche, sueño yo.

domingo, 16 de diciembre de 2018

jueves, 13 de diciembre de 2018

Círculos alrededor de la luz

Mi padre ha empezado a convertir polvo, hongos y pigmentos desvaídos en archivos JPG perturbadores. No estoy seguro de que sepa lo que está haciendo realmente al escanear su archivo de diapositivas. O slides, como él dice.
Por momentos me preocupa que se desentienda del presente y quede, de algún modo, atrapado en su juventud. Aunque tal vez sea eso lo que busca. Porque no encontró la posibilidad de viajar en el tiempo como una maldición entre las páginas de un libro o algún otro tipo de vericueto borgeano. Por el contrario, investigó, comparó y compró por fin en internet un artefacto cuyo nombre, en todo caso, remite a una ficción anticipatoria: V6500 Perfection.
A un hombre con toda una vida detrás siempre se le podrán reprochar cosas. Pero pienso que a él nadie podría acusarlo de temeroso o de racional en exceso. A mediados de los setenta, agobiado por las comodidades de Buenos Aires, mi padre se fue a vivir con su mujer y sus cuatro hijos a un rincón del Chaco donde los autos se atascaban alternativamente en el barro o en la tierra liviana como un talco gris. En el Chaco se convirtió en otra persona, tal vez en quién siempre había querido ser.
En las noches de Charata los insectos hacían círculos enloquecidos alrededor de los faroles. Al amanecer estaban todos en el piso, muertos. Cientos de bichos muertos que olían a mar. Pero el olor del Chaco para mí es el del monte: el perfume dulzón de la selva en verano y la madera dura ardiendo en los hornos de carbón durante las noches y en las panaderías de madrugada. Me pregunto cuánto quedará de ese monte y de ese perfume salvaje fuera de los recuerdos que me despiertan las fotos.
Cada tanto recibo archivos que mi padre obtiene de su escáner. En éste, de 1981, veo al chico que fui. Yo soy otro, por supuesto, pero presiento el desconcierto, un cierto andar perdido por la vida (que entonces era un descubrimiento incómodo y acabó siendo una manera de ver el mundo con la que convivo como puedo).
El Chaco tiene el cielo más estrellado que haya visto jamás. Cuando volvíamos del campo al pueblo bien entrada la noche, yo viajaba acostado en la caja de la camioneta que mi viejo conducía a velocidad temeraria por los caminos y huellas de tierra. Las arañas gregarias que se lucieron en la muestra de Tomás Saraceno en el Museo de Arte Moderno podían caerte de a decenas, aterradas, cuando la F100 embestía sus redes, que iban de un árbol a otro atravesando el camino. El motor ronco de la Ford callaba el estrépito nocturno del monte chaqueño, en el que entonces había pumas, zorros, comadrejas, vizcachas y los pájaros daban gritos que helaban la sangre. Todo el camino yo iba pendiente de ese cielo magnético, que parecía tener algo para decirme.
Mis padres aún viven en el Chaco.
Los recuerdos son frascos de perfume vacíos.
La fotos son una falla de seguridad en los mecanismos de la memoria. Una interferencia en los procesos constantes de depuración, orden y reescritura. Nos apegamos al desorden que provocan las fotos. Aceptamos su poder sobre nosotros, su dulce dolor. Los muertos dejaban álbumes y cajas con fotos cuyo destino decidían los deudos. Ahora esas fotos siguen girando en las redes, como satélites extraviados, más allá de la muerte.
En las fotos que recibo desde el Chaco, mi padre y mi madre, sus amigos, mis abuelos, hacen asados en casas de fin de semana, se ríen de algo, se casan, celebran cumpleaños, fuman cigarrillos que ya no pueden hacerles daño. Llega hasta mí el sol de sus días. Hombres y mujeres jóvenes sostienen a sus hijos en brazos o estacionan a un lado de la carretera y hacen la foto que ahora miro en mi pantalla. Se agrupan y se pasan los brazos por la espalda en el típico “abrazo de foto”, porque a veces posan, pero casi nunca parecen calcular la suerte de esa imagen en el mercado social. Uno los adivina entregados en cuerpo y alma al momento en que son atrapados. 


(Fragmento del texto que escribí para Cítrica, revista que me había encargado un texto sobre “fotografía”)

lunes, 3 de diciembre de 2018

Rockstar


Charly García está solo, parado en el medio, metido en un traje que parece vacío. ¿Está posando o le robaron la foto? La foto es una fotocopia pegada en la pared de mi cuarto. Protege el rincón donde escribo con letra urgente. Escribo en círculos, se me mezclan los temas. Pero quiero ser periodista. La confusión dura años. Hasta que empiezo a hacer fotos.
Pero antes de hacer fotos, hago fotocopias: montajes, tramas, efectos de contraste. Quiero ser un héroe del diseño gráfico. Más que periodista. Casi tanto como estrella de rock. Charly es tonner pleno sobre el papel blanco que con el tiempo amarillea. Cerca de Charly hay puntos grises que son Robert Smith de espaldas con los cordones de las zapatillas sueltos, la guitarra apuntando al piso, los pelos de espantapájaros. No son tonterías. Se terminan los 80. Todo el mundo en la ciudad es un suicida, dice García. Siempre es de noche. En el final de la primavera el aire huele a incendio.
Un amigo me lleva a Ezeiza en un auto destartalado. Hablamos a los gritos. Sale el sol. Fumamos. Aterrizo en el invierno. Llueve cuando entro en Madrid. Apenas encuentro una habitación pego a Charly en la pared. Es importante. Tengo veintitrés años. No conozco a nadie.
Luego estoy de nuevo en Buenos Aires. De acuerdo: nadie vuelve, nunca. A ninguna parte. Pero no lo sé. Soy feliz. Camino por las calles de mi viejo barrio como un espía, lleno de presentimientos.
Entonces pierdo mi foto de Charly. Pierdo todo lo que escribí. Me pierdo yo. Sobrevivo para contarlo, pero no hay mucho que contar y enseguida llega un verano de sangre y fuego. Otro. Pero el peor. Después pasan los años, las mudanzas, los trabajos, los viajes en moto, el amor y la soledad. Pasan como nubes gordas en un cielo de invierno.
Un día le hago fotos a Charly. En una se pone el saco al revés, como un chaleco de fuerza. Tiene ojos de animal asustado. Poco después lo internan. Lo sacan de un hotel atado a una camilla, boca abajo. Lo veo en la tele.
¿Qué habrá sido de mi foto de Charly? Quiero decir, no la que tomé yo sino ésa en la que está parado solo en el medio y parece que está por encender un cigarrillo. O lo está encendiendo, lo más probable, pero yo no estaba ahí. La foto es de Hilda Lizarazu. Yo sólo soy dueño de una fotocopia perdida, que a veces, aunque no siempre, me dice algo, todavía.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Hogar

Entro a mi casa y digo en voz alta:
-Hola fantasma de la Osa.
No hay nadie pero me parece ver a mi gata por todas partes.
Una semana atrás nos mudamos con la Osa a esta casa enorme y distante que no creo poder pagar. Eso no importa ahora.
Ayer volví de la veterinaria cerca de las 10 de la noche con una jaula para gatos vacía. Me quedé sentado un rato largo entre las cajas de cartón apiladas.
Me pregunto ahora si este lugar alguna vez será una casa, quiero decir un espacio que "lo espera a uno”.
El país se cae a pedazos, otra vez. Estoy llorando a mi gata. Regalé su comida, tiré su plato y su baño. Acabo de limpiar del edredón los restos de los vómitos de su última noche.
Ya sé: la presencia de la Osa se irá disipando. Dejaré de encontrar sus pelos entre mi ropa. Pelos de tres colores callejeros que aparecen entre mis cosaas como si nada hubiera pasado.
Tengo varias libretas. Las dramáticas las tiro ni bien las termino. Guardo las de las mañanas luminosas y los proyectos. Recién busqué la de todos los días para despedirme de la Osa. La última nota, de antes de la mudanza, empezaba así: “Medianoche. Escribo frente a la estufa. La Osa se acaba de ir a dormir. Debería seguirla”.
Nos habíamos vuelto parecidos: ritualistas, susceptibles, siempre alerta, exageradamente. Fallados. La Osa reconocía el motor de mi moto. Durante años me esperó del otro lado de la puerta de calle. La Osa era importante para mí. Siempre, pero especialmente este último tiempo, que pasé en esa tierra de nadie que evitamos siempre que podemos.
Si siguiera mi instinto, me escaparía. Ahora mismo. Volvería por las calles del sur. Entre los autos y los piquetes. Perseguiría el olor de un tiempo difícil pero familiar. ¿Encontraría a la Osa durmiendo al sol en la ventana?
Todavía me pierdo en esta casa sin olor y sin sonidos.
El silencio es una página en blanco con la que haría un bollo.
Las plantas que traje, castigadas por el invierno y la mudanza, se han llenado de hojas nuevas.

miércoles, 10 de enero de 2018

Nuestras Palmiras

Y al romper con alguien también derribamos el mundo que compartíamos, esa manera como cualquier otra de pasar el tiempo sobre esta tierra, pero que -llegamos a pensar- era bella o noble o singular y tenía algún tipo de valor más allá de nosotros, que seguimos como podemos, cada cual por su lado, arrasando las ruinas con sólo dejar que pasen los días.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Palacio de hielo

De tanto en tanto un pájaro se estrella contra las paredes de cristal del Enterprise (así le decimos al edificio inteligente). Las aves confunden el reflejo del cielo con el cielo y eso les cuesta la vida.
Pero todos nos engañamos. Algún día, me digo, podrás volver a tus fotos, algún día, me ilusiono, tus fotos y tus pensamientos serán tu trabajo.
En el Enterprise la vida tiene la textura de un render. Una hora es igual a otra hora. Cada día es igual a cualquier día. La temperatura es la misma. Siempre. Eso es algo que los pájaros no llegan a saber. Cuando me acerco, las puertas de cristal se hacen a un costado para permitirme el paso. Pero también muero. Intento no llamar la atención. Saludo a los de seguridad. Avanzo con la naturalidad de un pájaro muerto. Fulminado a una velocidad desesperante, pierdo la vida.

jueves, 11 de mayo de 2017

Me interesa

Facebook me acaba de invitar a mi muestra de fotos. Doy clic en "me interesa", porque no asistiré. Es en Francia, que este año, especialmente, me queda un poco lejos. Pedí ayuda al gobierno nacional. Y al de la Ciudad. Lo hice a mi modo: torpe, tarde y sin verdaderos contactos. Y aquí estoy, oyendo la lluvia sobre los techos de Buenos Aires. Interesado en mi muestra. Yo quería ir. No tanto por mí -me gusta la lluvia de Buenos Aires-, más bien por la galería y por el sello Warm y por mi querido compinche Juan Pablo Espinoza, que ya no vuelve por este país (él puso en marcha todo cuando me pidió fotografías para el arte de su disco de vinilo). También por las fotos: se me ocurrió que estando allá yo iba a poder velar para que no escape cada una por su lado, que es lo que a veces les pasa.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Ser y estar


¿Con qué galería estás?, me pregunta B.F.
Caminamos por Buenos Aires Photo. Todos hablamos al mismo tiempo.
En Zuckerberg, le grito para hacerme oír.
Es mi último chiste. Me sirve para decir que no tengo galería, que sólo estoy mostrando algunas fotos en Facebook. Que entiendo la diferencia y la acepto con humor.
Ah, pero ¡qué bien!, grita ella. ¡Te felicito!
Creo que se imagina una galería sobre Arenales. Tal vez en Arroyo, por qué no.
Zuckerberg Gallery. También yo la entreveo.


domingo, 29 de junio de 2014

Accidentes

Hay palabras que mejor no las hubiera dicho nadie. Pero es tarde. Los accidentes siempre son inevitables. Mi superpoder: oir el ruido de los cristales rotos.

martes, 1 de abril de 2014

Adiós a un trabajo rarísimo

Ya no trabajo de fotógrafo. Desde hoy. Lo escribo para contarlo y para creerlo.
Ojalá encuentre el modo de despedirme sin pesar del oficio que aprendí mil años atrás, cuando vivía en una casa destruida en la que nunca era completamente de día o de noche.

domingo, 1 de septiembre de 2013

La vida después de la muerte

A veces el cuerpo sobrevive al alma. De esa muerte el cuerpo guarda un recuerdo que no puede explicar ni olvidar. Pasa el tiempo. Nos convertimos en otros. Volvemos a ser felices. Y andamos por ahí, cada tanto escuchamos pasos en habitaciones donde ya no hay nadie.




martes, 2 de abril de 2013

Tratar con extraños

En 2010, cuando dejé este lugar para siempre, yo era un hombre nuevo. Un desconocido que poco después estallaría en mis propias manos.
(Días atrás armé el rompecabezas con fotos que nunca había abierto: pedazos de las últimas horas del diario Crítica, cuando mirábamos películas en la redacción tomada y era inminente el cierre definitivo)

domingo, 30 de diciembre de 2012

Leve fin del mundo

Son unos instantes, si estás solo, cuando el año muere. Apenas unos segundos irrespirables. Un apocalipsis individual que pasa pronto. Pensé en mis padres brindando a solas. Quise que después de tantos años en el Chaco recibieran el año con naturalidad, a pesar del calor y los insectos atontados por las luces. Pensé en mi amigo Miklos, colgando del cielo, dispuesto a alzar su copa cuando la tripulación dispusiera que el avión había entrado en 2012. Me avergonzaba que los vecinos me vieran solo en el techo con mi cámara y mi trípode, así que no pensé más. Pero había prometido fotografiar el primer segundo del año. Yo, que no había ido a ninguna parte, quise esperar con un recuerdo a cierta persona que se había ido lejos. Y le guardé, como un escarabajo en acrílico, el resplandor de los desconocidos.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Hogar


I feel like I am in a burning building 
(Laurie Anderson)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Conocer el futuro


En la revista Anfibia trabajamos mi hermano Fernando, ocasionalmente, y yo todo el tiempo (bueno no es verdad pero a veces lo siento así).  Ayer nos llegaron las inspiradas imágenes de otro fotógrafo de apellido Carrera, que no es pariente nuestro que yo sepa.
Virginia, la jefa de arte, preguntó en el chat: ¿cuántos Carrera podrían caber en Anfibia? Cristian, el director, opinó que un equipo de fútbol de Carreras sería suficiente.
Cuando yo era chico, mi padre decía que sus cuatro hijos varones formaríamos algún día un equipo de polo magnífico.
Lo cierto es que no salimos muy polistas.
Pero ésa es una larga historia, que algún día tal vez escriba.
 (mientras, esa historia me escribe a mí).


martes, 11 de septiembre de 2012

Al sol de todos los cielos


"No debes crecer demasiado, porque parecerías más vieja que yo, y no debes, no te dejaré, que seas más sabia, y yo tampoco, tú tampoco me dejarás ser más sabio. Y siempre seremos jóvenes, y poco sabios, juntos".
De una carta de Dylan Thomas a su novia, citada por Andrés Barba en Ha dejado de llover

miércoles, 23 de mayo de 2012

hay vida hay esperanza

Hoy agradezco los despertadores, los trabajos que abruman, las cuentas a pagar; hoy estoy desesperadamente agradecido por todas las cosas que me ocupan y distraen. Porque desconozco el modo de abandonar mi laberinto sin destrozarlo.
No estoy listo para destrozarlo.

lunes, 7 de mayo de 2012

Ensayo dípticos para olvidar


que por más de una razón anduve
lejos de mis fotos

jueves, 2 de febrero de 2012

No son transparencias

¿Por qué usar película? Todavía.
Mi primera respuesta fue tan sincera como superficial: razones plásticas.
Por suerte a veces no importan las cámaras.
Supongo que muchas grandes fotos son sencillamente grandes ideas.
Pero algo ocurre con la espuma de los días.
Las fotografías digitales resultan perfectas prótesis. Memoria postiza y bella. En ocasiones frágil.
Las fotografías analógicas también se han vuelto fáciles de olvidar.
Sin embargo, permanecerán como fetiches. Aunque nadie piense en ellas.
Serán siempre pedazos de experiencia. Tan reales para los creyentes como los recuerdos o el ruido de la lluvia que escucho ahora sobre los techos de Buenos Aires.

sábado, 7 de enero de 2012

Equilibrio

Sentado en el techo con una taza de té, espero el alba. Aguardo la luz de las preguntas descarnadas.
Ya saben, no es mucho lo que dura el aire tan pálido.
Como siempre, el parto del día será con dolor.
Y esperanza.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

21 de diciembre

Diez años exactos atrás hice esta foto. Podría decir tantas cosas. Pero es tarde y digo tres de importancia bien dispar: que el día anterior la Argentina había explotado y había humo y sangre en la calle. Que por esos días me quedé sin trabajo, tenía rollos de 120 en la heladera y pensé que podía volverme fotógrafo. Que cuando disparé la Rolleiflex aquel primer día del verano, una señora que tomaba sol sobre una piedra se dio vuelta y me dijo "¿hiciste la foto, no?

jueves, 15 de diciembre de 2011

Trabajo (II)


A la espera de que empiece el cóctel de fin de año del Servicio de Ofertas Múltiples (luego hubo un discurso emotivo, pero no me quedó claro a qué se dedica el S.O.M.).
Sépanlo: hacer fotos aburridas puede evitar que mueras de tedio.

sábado, 5 de noviembre de 2011

domingo, 30 de octubre de 2011

Palabras mágicas

Estoy en un rincón de Buenos aires Photo pensando en el tiempo que pasó desde que puse por última vez algo en este sitio.
Mañana domingo volveré a pasar el día en el Palais de Glace. Si vienen me encontrarán igual que ahora, parado entre mis trabajos sin saber muy bien qué hacer. Porque este año me ofrecieron una sala (Espacio Edo-Artis) y por primera vez yo también hice mi sacrificio en el altar de un Dios aficionado a premiar y abrumar a sus fieles arrojando aquí y allá algunos puntos rojos enloquecedores.

Ah, por otra parte: no he vuelto a estar solo desde que, dos meses atrás, escribí "soy el hombre más solitario que conozco". Tal vez eran palabras mágicas (de hecho mi vida dio un vuelco que agradezco). Comprenderán que no les puedo asegurar que funcionen siempre; mucho menos que los resultados los hagan felices. Aunque me gustaría.

lunes, 22 de agosto de 2011

No estamos solos


Me he vuelto la persona más solitaria que conozco.
Pero, bueno, los solitarios no conocemos mucha gente. Así que la primera afirmación significa poco más que nada. Es muy probable que haya seres más solitarios que yo, eso lo entiendo. Pero no los conozco.
Ayer fui al Zoológico a tomar unas fotos. El Zoo apenas habla de los animales. Nos retrata como especie. Señores de este mundo, solitarios en el universo.
La soledad es una percepción engañosa.
Puede hacer que te sientas especial: el único animal fuera de la manada, perdido en la noche bajo las estrellas heladas.
Las estadísticas dicen que en el mundo hay cada vez más personas solas. Un ejército formidable, que desfila solitario cada vez que se pone el sol.
(Extraña fuerza que no resistiría un abrazo).

viernes, 22 de julio de 2011

Canción


Yo sé que mientras existamos
recordaremos
y que el tiempo
transforma todo amor
en casi nada

Roberto Carlos

(Me gustan las malísimas traducciones de las canciones de Roberto Carlos, porque la torpeza les hace decir cosas inesperadas, cosas que no podrías jurar que digan, pero tal vez te gustaría que dijeran).

domingo, 29 de mayo de 2011

Rojo y negro


Cuatro o cinco días atrás escribí "renacer" en el espacio de mi agenda correspondiente al domingo 29 de mayo, o sea hoy.
He pasado el día de mi renacimiento durmiendo, mirando los diarios por encima, llorando de a ratos, comprando una remera roja, caminando por las calles de siempre bajo un sol distante.
Traté de mantener cierta elegancia.
Un recién renacido no arrastra los pies, me advertí, por si acaso.
También hoy, antes de que se haga muy tarde, intentaré hacer funcionar mi vieja ampliadora, que jamás anduvo muy bien. Hasta puede que copie algunas fotos en blanco y negro. ¿Para qué? Ehh, tal vez sean pequeñas fotos para regalar por ahí, para dárselas a la gente en la mano... no lo sé, aunque me comporto como si lo supiera.

viernes, 22 de abril de 2011

Otra vez fotografiando para periódicos




Es verdad, pero... bueno, además quería poner un poco de distancia con los últimos posteos, que solté acá como bombas.
Disculpen las molestias.

martes, 12 de abril de 2011

Asistiendo a la desaparición de un "nosotros"

Cada día nos deseamos las buenas noches. Por la mañana, el que abandona primero su cama deja café hecho para el otro.
Andamos en puntas de pie, cuidando cada movimiento.
Imposible no tropezar con el amor que hubo. Que está aun por toda la casa. Frío como un pez.

viernes, 18 de marzo de 2011

Seguridad

Los monstruos debiéramos llevar un cartel. Un cartel colgando del cuello que alerte sobre los riesgos habituales de involucrarse con un monstruo.
Por la integridad de las personas. Por el bien de los monstruos.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Ser Dexter

Si supiera qué hacer lo haría. No me importarían las consecuencias.
Pero aquí ando, sin trabajo y casi sin tiempo libre (pensar que estás sin trabajo puede llevarte el día entero).
A la noche, para distraerme un poco, veo a Dexter, el empleado de la policía de Miami que habitualmente mata fuera de la ley en cada capítulo.
Pobre Dexter, de chico vio descuartizar a su madre. Desde entonces a todas partes lo acompaña un pasajero oscuro que lo empuja a matar.
Pero eso no es lo peor: lo realmente difícil es pasar desapercibido. Si no quiere llamar peligrosamente la atención, Dexter debe lograr una sutil representación de lo normal. Para eso debe descubrir las razones de cosas como los celos, los chistes de oficina y las fiestas de cumpleaños.

viernes, 24 de diciembre de 2010

¿Y adónde va luego la Navidad?

Los renos descansan en pueblos somnolientos.

domingo, 3 de octubre de 2010

adiós a Punta Indio

Un hombre mira por última vez el río. No volverá a pisar esa playa.
Yo, la serpiente que envuelve su corazón, espío al hombre que mira el río.

sábado, 19 de junio de 2010

Zig-zag



Llevo una vida lejos de mi madre. No sé si eso tendrá remedio algún día. Ahora mismo nos separan y nos unen mil trescientos kilómetros de rutas estropeadas que serpentean en el mapa entre pequeños círculos, estrellitas y vías de ferrocarril. Los últimos años encontramos un atajo: prestarnos o recomendarnos libros. Tiempo atrás ella me dio su ejemplar de Todos los nombres, de José Saramago. Se me han perdido los alrededores de ese libro (una época por demás confusa); no olvido la atmósfera de Todos los nombres.

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Pasó el tiempo, ya saben, el tiempo siempre está pasando. 
Saramago ya se encuentra mal de salud cuando me toca fotografiarlo en el lobby del Alvear. Le propongo que nos vayamos de ahí, que hagamos las fotos en cualquier otro lado. Empieza a refunfuñar, negándose a medias, yo le hablo de un patio con adoquines y tilos. Dice: "¿Y como a cuánto queda eso de aquí?".
Las agrias señoras de la recepción del Recoleta casi se mean al verlo llegar. Saramago les estrecha la mano una por una. Con la misma cortesía antigua más tarde busca su pluma y dedica mi flamante ejemplar de Ensayo sobre la ceguera. Apenas escribe "Eduardo" pienso que pude pedirle una dedicatoria para mi mamá. Tarde. Saramago sonríe cuando volvemos cruzando la plaza. Los dos sabemos que en el hotel esperan agentes y periodistas que estarán mirando sus relojes con incredulidad. Pero caminamos despacio, porque sus pasos se han cansado. Y tal vez porque mientras la ciudad está en sombras hay sol todavía en plaza Francia.

lunes, 7 de junio de 2010

Acción

Hoy en buenos aires el día del periodista se celebra en el diario Crítica (Maipú 271 a partir de las 13:30). Estaremos los trabajadores del diario fantasma acompañados por los colegas que vendrán a nuestra puerta a hacer fuerza para que no se cierre.

domingo, 23 de mayo de 2010

Lo bello y lo triste

A quien visite las ruinas del diario Crítica le ruego escuchar por el camino canciones muy melancólicas. Es mejor que la desolación sea un lugar normal al entrar a la redacción, a la que seguimos yendo por compañerismo, costumbre y por si algún día nos pagan.

Hace poco me pidieron una foto para la subasta a beneficio que hace Christie's en el Malba. Dudé de participar esta vez, tal como marchan las cosas, pero les envié esta foto. Ayer me la devolvieron. Educadamente me plantearon si no tenía una menos triste.
Una lección de estética que ahora, con un pie y parte del otro en la calle, debiera considerar.

miércoles, 21 de abril de 2010

Cada vez que decimos adiós


Yo era muy joven y el verano eterno porque no había futuro.
Ni el sol de enero nos quitaba la ropa negra. ¿Qué habrá sido de mis borceguíes con superpoderes?
Una mañana, cuando la inflación empezaba a entrar por las ventanas, recibí una llamada de larga distancia. Era una oferta de trabajo, pero sentí como si me hubiesen invitado a vivir en una película de Almodóvar. Nunca había estado en Europa.
Un amigo me llevó al aeropuerto en un auto destartalado. Hablábamos a los gritos. Durante el vuelo pasaron películas malas que vi de principio a fin. Recuerdo todavía la escena de dos tipos en sillas de ruedas tratando de chocarse y hacerse daño. Dos pilotos de autos de carrera que se habían accidentado (uno era Tom Cruise).
En Madrid las calles estaban heladas y oscuras en pleno mediodía. Yo arrastraba una maleta estúpidamente grande. En la estación de Chamartín tiré mis lágrimas, que empapaban un anticuado pañuelo de tela.
Pasó el tiempo y otro avión me trajo de regreso a Buenos Aires. Los álamos de la Riccieri reían al sol como años atrás. Ahí estaban a los costados los mismos grises monoblocs con las estrías anaranjadas del óxido. Las ventanas donde siempre habrá ropa secándose.
En las fotos de ese día no paro de sonreir. Miro a la cámara y sonrío, capaz de jurarles que he vuelto al verano que un día abandoné empujando una valija inútilmente grande.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Todos los veranos fueron felices


En otoño vuelvo a Punta Indio. El pueblo está callado y amable, el sol, definitivamente amarillo. En mi casa solitaria encuentro un perfume de verano que ya no está cuando quiero atraparlo. Igual lo intento. Sé que no tengo mucho tiempo, que el verano pasado pronto será apenas un recuerdo feliz porque las penas del verano se olvidan. Pienso rápido: tal vez sean el filtro solar, las ojotas y las esterillas, las evidencias del estío por toda la casa. También las risas y el vacío de quienes iban y venían hace nada bajo el sol y ahora entreveo en el recuerdo caminando hacia el río con la piel descubierta, despreocupados porque el futuro es inofensivo.

sábado, 20 de marzo de 2010

(gracias)

Tantas veces reviso el correo con expectativas no muy realistas. Sin embargo ayer había mucho más de lo que cabía esperar. El mensaje de Andrés D'Elia traía la foto y decía lo siguiente:

"¿Cómo se mide el dolor, la tristeza o el miedo? Me encontré a este tipo con su hijo en el final de la tarde, trataba de descolgar el barrilete con una cinta métrica. Su esfuerzo inútil revelaba la exacta dimensión de la tragedia."

Le contesté preguntándole si le parecía bien que subiera su foto y sus palabras.
Dice Andrés que está orgulloso de compartirlas con ustedes.

lunes, 8 de marzo de 2010

Ser


Escribo fotógrafo. Porque en los formularios el espacio siempre es poco y donde dice "ocupación" no cabrían cosas del estilo cumplir horario en una redacción que se cae a pedazos, enloquecer mirando cada dos minutos la hora en las computadoras, rogar que pase el día para volver a la calle...
Conozco a un dibujante y pintor que pone artista, y no miente. Incluso su tarjeta personal dice “fulano, artista”.
Un día bastante lejano yo también decidí que era un artista. No lo consulté con nadie. Tampoco sabía bien qué se espera que haga un artista. Pero, a pesar de haber ganado mi pan con una docena de trabajos distintos, no sabía ser otra cosa. Así que apoyé una espada en mi hombro y me dije anda y vive tu vida de artista, buena suerte, amigo.
Ahora sé que me engañaba. Porque un artista es como un futbolista profesional, o algo así. Y no quiero mentirme más: no soy un futbolista profesional. No podría serlo.
La parte buena es que el falso artista Eduardo Carrera, con sus automatismos, sus reclamos y sus guiños, empezaba a pesarme a la hora de hacer mis fotos. Pero no es para festejar. Lo llevo como puedo. Ando por ahí, intento averiguar qué queda.