
En otoño vuelvo a Punta Indio. El pueblo está callado y amable, el sol, definitivamente amarillo. En mi casa solitaria encuentro un perfume de verano que ya no está cuando quiero atraparlo. Igual lo intento. Sé que no tengo mucho tiempo, que el verano pasado pronto será apenas un recuerdo feliz porque las penas del verano se olvidan. Pienso rápido: tal vez sean el filtro solar, las ojotas y las esterillas, las evidencias del estío por toda la casa. También las risas y el vacío de quienes iban y venían hace nada bajo el sol y ahora entreveo en el recuerdo caminando hacia el río con la piel descubierta, despreocupados porque el futuro es inofensivo.