
pd: ahora, por si acaso, la cuelgo en este lugar.
Al costado del río hacían cinco grados bajo cero, pero esperamos hasta pasada la medianoche. Más temprano es realmente difícil divisar las naves espaciales.
Acompañé a los observadores de ovnis y humanoides para fotografiarlos mientras hacían su trabajo. Ellos tomaron muchas más fotos que yo. Hacían sus imágenes con una concentración extrema, pero apenas miraban los visores de sus cámaras.
Algunos siguen un protocolo con base científica. Hay quienes obedecen voces interiores o se dejan llevar por intuiciones repentinas. Pero todos fotografían sin interrupción y luego analizan las imágenes hasta la obsesión, en la búsqueda de círculos en el aire, formas imposibles, destellos que puedan desmentir, o cuestionar, la primera capa de una realidad que a tantos deja insatisfechos.
vuelvo a Ciudad Universitaria y ahí están como siempre los estudiantes que suben las escaleras de cemento, aunque no resultan feroces como cuando yo venía sin saber muy bien para qué pero con esfuerzo a estas mismas torres truncas y perseguía el hilo enjabonado de clases a las que asistía con la panza vacía y la cabeza disparada y casi nada es igual ahora, aunque la cabeza siga yéndose por ahí y no haya dejado yo de ser alguien que mira desde afuera con la boca abierta y las hojas del otoño y el río al sol tras los ventanales sucios también sean los mismos de algún modo.
(quién puede jurar que no tendrá que viajar colado otra vez en los colectivos atestados de esta parte del mundo, que aceleran invariablemente a fondo en curvas tan cerradas que las cosas frágiles se rompen para siempre)